Palabras a mi hija fallecida: Un corazón roto, pero un amor eterno
Mi querida hija,
Escribo esto con el corazón en pedazos, con la garganta cerrada por el nudo de la tristeza. Tu partida se llevó una parte de mi alma, un pedazo de mi mundo que nunca volverá. El silencio de tu ausencia resuena en cada rincón de la casa, en cada latido de mi corazón.
A pesar del dolor, mi amor por ti se fortalece con cada día que pasa. Recuerdo tu sonrisa, tu risa contagiosa, la manera en que iluminabas cada espacio con tu presencia. Tus sueños, tus deseos, tus anhelos... todo sigue vivo en mi memoria, como si fuera ayer que te abrazaba por última vez.
Sé que estás en un lugar mejor, libre de dolor y sufrimiento. Pero eso no disminuye el vacío que dejaste en mi vida. Tu ausencia es una herida que nunca cerrará por completo, una cicatriz que me recuerda el amor que te tenía y que siempre tendré.
A veces siento que te escucho en el susurro del viento, en el canto de los pájaros, en la luz del amanecer. Es como si tu espíritu me estuviera enviando señales, diciéndome que todo estará bien, que te estoy en su corazón.
Te extraño, mi hija, más de lo que las palabras pueden expresar. Cada día que pasa sin ti es un día de lucha, de aprendizaje a vivir con este dolor inmenso. Pero tu memoria me da la fuerza para seguir adelante, para vivir con la esperanza de volver a encontrarte algún día.
Estas palabras son un homenaje a tu vida, a tu luz, a tu amor. Las escribiré con lágrimas en los ojos, con el corazón roto, pero con la certeza de que nuestro vínculo permanecerá eterno. Te amaré por siempre, mi hija, hasta el último latido de mi corazón.
Con amor infinito, Tu madre.